FELISA PALACIO
Este mes de agosto el pueblo de Virtus ha abierto las puertas de su vieja escuela, cerrada durante los últimos 30 años y lo ha hecho con una intensa programación social y cultural que ha movilizado a la práctica totalidad de los vecinos y visitantes del lugar.
Virtus es un pequeño pueblo donde, en invierno, apenas hay cinco o seis casas habitadas pero, como sucede en tantos pueblos de Castilla, en verano está lleno de vida. Sin embargo, cada vez son menos los acontecimientos en los que la gente se encuentra. Surge entonces, por iniciativa de unos vecinos, la posibilidad de reabrir la vieja escuela y poner en marcha un programa de actividades para dinamizar la vida social y cultural del pueblo, al menos durante el mes de agosto.
El proyecto, que nació a principios de mes cargado de incertidumbre, se ha convertido en el epicentro de la vida social en el pueblo y la asistencia a las distintas actividades ha sido grande. Los mayores del pueblo han coincidido con los más jóvenes y todos están disfrutando por igual de esos encuentros que comenzaron a principios de mes con la proyección del documental ‘Donde aprendiste a vivir’, que narra la historia de la construcción del pantano a través de algunos de los que eran niños cuando se vieron obligados a abandonar sus casas y que también afectó al pueblo de Virtus, que vió sumergidos algunos de sus terrenos más productivos.
El programa se clausura este jueves con la inauguración de la exposición ‘Moradas y moradores’, una iniciativa que pretende recuperar la historia del pueblo a través de las fotografías de sus habitantes. Para ello, la fotógrafa Ana Martín ha emulado a aquellos que desde principios del siglo pasado llegaban hasta los pueblos cargados con sus cámaras para inmortalizar a quienes pagaban por ello unas monedas. En este caso, se ha invitado a posar frente a sus casas a algunas familias y, junto a las imágenes, se colgará una pequeña leyenda contando a grandes rasgos la historia de esa familia y su vinculación con el pueblo y con la casa que aparece a sus espaldas. Los textos han sido realizados por Felisa Palacio, periodista descendiente de Virtus. La idea es continuar con el proyecto en futuras ediciones.
HISTORIAS DE LA ESCUELA
Una de las tardes más entrañables vividas en la vieja escuela fue la que reunió a quienes estudiaron en ella hace 50, 60 y 70 años. Generosamente compartieron con los asistentes sus recuerdos de cómo eran las clases en ese lugar cuando ni siquiera había luz eléctrica para iluminarse y por toda calefacción contaban con una cocina económica que se alimentaba con los tascones que los niños tenía que llevar cada mañana para que la maestra les dejase entrar a clase.
Uno de los momentos más divertido fue la grabación de un tik tok en el que abuelos y nietos coreografiaron a Rosalía. Un video entrañable que se compartió a través de las redes sociales del pueblo. Antes, los abuelos les habían explicado a los más pequeños cuáles eran los juegos con los que ellos se entretenían cuando tenían su edad.
El poeta y gestor cultural Marcos Díez protagonizó otra de esas tardes de encuentro en la escuela. El ganador del último premio de poesía generación del 27 compartió con los asistentes algunos de sus relatos y regaló al pueblo dos historias inspiradas en hechos reales vividos en Virtus.
Al margen de la programación de la vieja escuela, este verano se ha colocado en el campanario de la iglesia del pueblo una campana que sustituye a la que fue robada en 2017, cuando una banda organizada se dedicó a desmantelar campanarios para fundir las campanas y venderlas al peso. La banda finalmente fue detenida, pero nada se pudo hacer por recuperar las piezas perdidas, así que la Junta Vecinal del pueblo decidió encargar una al maestro artesano Abel Portilla que la colocó en su sitio a mediados de mes.