Los Cartularios, que en Castilla eran más conocidos como Becerros, o en León y Galicia como Tumbos -quizá debido a que por su gran tamaño hubiera que mantenerlos tumbados- son los códices en que muchos monasterios, catedrales, concejos o universidades recogían lo que podríamos llamar «copia de seguridad» de los originales de sus respectivos archivos.

El 1 de junio de 2017 se presentó en el Archivo Histórico Nacional el magnífico trabajo de reproducción del Cartulario de Valpuesta realizado por La editorial burgalesa Siloé, se trata de la edición en facsímil de los dos Becerros de Valpuesta, el más antiguo denominado Gótico y el Galicano, un poco posterior y una transcripción del anterior.  Esta edición facsimilar se compone de los dos volúmenes, correspondientes a cada uno de los dos Becerros de Valpuesta, el Gótico y el Galicano.

El Becerro Gótico, más que un cartulario en el sentido tradicional del término, es una recopilación de documentos que abarcan un dilatado periodo histórico y con la intervención excepcional de 34 manos diferentes en su elaboración.  Su nombre le viene por estar escrito principalmente en letra visigótica– con 117 folios es el más importante.


El Becerro Galicano –que recibe igualmente su nombre por estar escrito en letra carolina o galicana– consta de 64 folios y es, en su mayor parte, una fiel copia del Gótico.  Por lo tanto sí que respondería al típico concepto de cartulario,  es decir un manuscrito que contiene transcripciones de documentos originales relativos a la fundación, los privilegios y los derechos legales de los establecimientos eclesiásticos en este caso.

Según expresión de los expertos, estos documentos están escritos en un latín romanceado o, como apuntan otros, en un latín corrompido o invadido ya por una nueva lengua viva que más tarde llamaríamos castellano

En su mayor parte se trata de donaciones, permutas, ventas, juicios, confesiones, juramentos, inventarios, contratos de reparaciones de la iglesia, etc., pero, más allá de su temática, su verdadera importancia reside en el elocuente rastro que dejan de la lenta evolución del latín hacia el romance castellano.  Incluso al margen de los aspectos filológicos, se trata de piezas fundamentales para la reconstrucción del pasado histórico peninsular. 

El grueso de los 187 documentos valpostanos abarcan los siglos X al XIII, pero 8 de ellos datan del siglo IX –los 4 más antiguos serían del 804, 844, 864 y del 875–, lo que delata su enorme antigüedad y dota al documento de un excepcional valor patrimonial. 

Los documentos más antiguos en lengua castellana

La Real Academia ha sancionado El Cartulario de Valpuesta como el documento más antiguo que recoge los primeros balbuceos de la lengua de Castilla.

Este cartulario, trascendental documento lingüístico, arrebata así a las Glosas Emilianenses y a las Silenses la bandera de la máxima antigüedad del castellano escrito.

Pieza fundamental y excepcional fuente de información para un mejor conocimiento y estudio del temprano romance castellano, figurará por derecho propio en los anaqueles de filología e historia de las mejores bibliotecas del mundo. 

Edición facsimilar íntegra de este cartulario. 

Tirada limitada y numerada de 898 ejemplares, con su correspondiente acta notarial.

Encuadernación en piel con cierres metálicos.  (Acompañado de su correspondiente libro de estudios, que además de ofrecer la primera y rigurosamente moderna transcripción, presenta un minucioso análisis que, en un verdadero alarde de erudición, identifica a los 34 escribas que participaron en su redacción, datando por primera vez sus trabajos y ordenándolos cronológicamente).

Las reproducciones estarán al alcance de cualquiera que desee tener el documento con las palabras más antiguas en castellano, y no resultan caros pues incluso se podrán financiar.