Condado, situado en la carretera nacional Santander-Logroño, es uno de los últimos pueblos del valle de Valdivielso. Su caserío se encuentra emplazado en una fuerte pendiente de terreno. Fue lugar siempre reducido de población en consonancia con la escasez de terrazgo por encontrarse en una zona montañosa. Sin embargo, en el siglo XVI, por los años que estudiamos, tenía 50 vecinos, uno de los de mayor ocupación del valle. Años más tarde, la población desciende tanto que evidencia un penoso abandono. Constó de un concejo con dos parroquias o feligresías. Aquí tuvo muchos intereses el monasterio de Oña.
Inocencio Cadiñanos Bardeci
Mª Jesús Temiño López-Muñiz
Los Porres de Valdivielso
San Martín de Porres, popularmente “Fray Escoba”, desciende de Condado pues su padre nació, estaba heredado y se dice que descansa en este pueblo. Martín fue un nombre muy repetido y casi exclusivo de los Porres de Condado. Porras o Porres es el mismo apellido que tuvo su solar en el norte de Burgos, en el valle de Valdeporres, “una de las primeras familias de esta tierra”.
La vida en un valle largo y estrecho, como el nuestro, fue siempre difícil por escasa. Como consecuencia, la emigración (apellidos Valdivielso y Porres) se expandió desde la Edad Media por muchos lugares de España. El descubrimiento de América fue una válvula de escape para regiones enteras: Extremadura, Vascongadas, Galicia… y también para la provincia de Burgos como lo demuestran las listas de viajeros hacia el Nuevo Mundo.
Ya a comienzos del siglo XVI aparece gente de nuestra tierra en aquel continente. Unos con el conquistador Hernán Cortés….entre ellos Juan de Valdivielso, natural de Arroyo, que destacó en la toma de la ciudad de México junto con otros varios Porras (o Porres) de las Merindades. Los misioneros dejaron su vida en América. Varios burgaleses alcanzaron importantes puestos. Obispos podríamos citar muchos. Solo recordaré a Juan de Velasco, natural del Almiñé, muy activo en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). Otro tanto podría decirse de altos puestos políticos, militares o administrativos, como el padre de fray Escoba.
Nacimiento y vida de San Martín de Porres
Casi simultáneamente brillaron en Perú por su vida y santidad San Martín de Porres y Santa Rosa de Lima. Esta sería bautizada siete años después que Martín en la misma iglesia, pila bautismal y por el mismo párroco.
Nació Martín en Lima (Perú) en la segunda mitad del siglo XVI. Hijo ilegítimo de Juan de Porres, natural de Condado y caballero de Alcántara, quien había emigrado a Perú hacia el año 1579. Llegó a ser gobernador de Panamá. Su madre fue Ana Velázquez, una mulata “chinita linda”, como aún se sigue diciendo por aquellas tierras. No se casaron, pero convivieron afectuosamente y tuvieron también una hija llamada Juana. El padre se preocupó de ayudar económicamente, de forma generosa, tanto a la madre como a los hijos.
Martín de Porres por ser bastardo y un tanto ennegrecido, no se le admitió en la sociedad como pretendió su padre. Tuvo una buena instrucción. Fue barbero, oficio importante y digno, poco parecido al de hoy, tal como Cervantes nos lo describe en el Quijote o lo demuestra el hecho de que el pintor Velázquez fuera “barbero mayor” de Felipe IV. Ponía sanguijuelas, hacía sangrías, era dentista, cirujano y boticario. Algo así como un practicante de medicina general. Sobresalió en el oficio y por esto se le tiene hoy como patrono de los practicantes. De ello se beneficiaron, ante todo, los pobres abandonados. Fray Escoba destacó por su humildad (hasta en el apodo), ayuno de la más mínima ambición, puso su amor en los desheredados. Ya desde pequeño se le tuvo por santo. Durante sus prolongadas oraciones gozó de visiones y arrebatos. Sus penitencias eran duras. Durmió siempre en el suelo.
Pidió ingresar entre los dominicos. Solo se le admitió como donado, la escala más baja del convento. Pero su padre, rico y poderoso, influyó para elevarle, llegando a ser lego. Siguió siendo “Fray Escoba”, el amigo de los pobres. Fundó un albergue para niños abandonados. Como San Francisco, amó y trató familiarmente a los animales que siempre le obedecieron a pesar de sus reprimendas.
Murió en 1639 con opinión general de santo. Sus devotos cortaron las ropas para reliquias hasta dejarle desnudo. Juan XXIII le canonizó en 1962 calificándole de “Ángel de Lima” y ensalzando su dulzura y delicadeza. La fiesta se celebra el 3 de noviembre. Su atributo es un cesto y unas ratas. Es invocado contra los animales dañinos. Hoy su devoción es mucha, extendida por Hispanoamérica y Europa, especialmente en España como es lógico. Es, ante todo, un santo popular.
Juan de Porres, padre, retirado y sepultado en Condado
Se dice que volvió de América y habitó en su torre de Condado. Allí disfrutó del mayorazgo fundado por Juan Sáez de Porres en el siglo XV para su hijo Martín, con sus bienes y torre, refundido por otro Martín de Porres en 1513. Es de suponer que regresara con un notable caudal allegado de su sueldo de altos cargos y, quizá, también con otros ingresos no tan confesables como era frecuente en la época.
La capilla de los Porres, en la iglesia románica de San Pedro, está dedicada a San Felipe y Santiago. Lleva el escudo de los fundadores y se cierra con una reja de hierro con el mismo escudo. Donaron el retablo mayor de la misma. Las pruebas de la Orden de Alcántara nos recuerdan que incluso ciertos ornamentos de la parroquia llevaban el escudo mencionado. Sirvió de panteón de la noble familia enterrados por los años de vida de “Fray Escoba”. Así lo dicen varias inscripciones de los arcosolios. En 1607 Martín de Porres “señor de las casas y mayorazgo de Porres deste lugar de Condado”. Otro del corregidor de Ávila, Martín A. de Porres. Y un tercero de Felipe de Porres, alcalde mayor de la ciudad de Burgos, “señor de la casa de Porres deste lugar de Condado… mandóse enterrar en esta su capilla”.
Sin duda que Condado debe considerarse privilegiado y orgulloso de ser la patria “chica” de un san tan popular como ha llegado a ser “fray Escoba”.