El Priorato de Trespaderne se encuentra en obras. Después de muchos años de abandono y ruinas, hoy se halla en trance de recuperación.

INOCENCIO CADIÑANOS BARDECI

Trespaderne, cruce de caminos. Algo de Historia:
Esta villa es la historia de un camino. Al espacio central urbano se le denomina “El Crucero”, nombre bien significativo. Hoy sigue siendo un punto insoslayable de bifurcación hacia el Valle de Tobalina, Mena, Medina de Pomar, Oña-Briviesca y Bilbao. El puente románico que salva el Nela manifiesta la importancia que siempre tuvo el paso de la Horadada, muy transitado por estar todo el año libre de nieves.
El castillo de Tedeja, basílica visigoda de Mijangos así como las leyendas de San Fermín y las luchas de visigodos y primeros momentos de la Reconquista muestran a Trespaderne como uno de los puntos fundamentales en la defensa de la primitiva Castilla la Vieja.
Un pueblo pequeño, pero céntrico y estratégico, fue codiciado por influyentes monasterios benedictinos. Con el fin de atraer la zona para Navarra su rey García de Nájera dio a los monjes de este pueblo riojano, el barrio de San Millán. Se dice que, en 1052, el rey Fernando entregaba a Oña el señorío jurisdiccional y territorial de Trespaderne, lo que confirmaría Alfonso VIII en 1183. El vecindario quedó, pues, dividido en dos tanto en el aspecto contribuyente como eclesiástico. Y en esta situación permanecería durante siglos. En 1170 eran fijados los mojones de lo perteneciente a cada monasterio. Los vecinos siempre estuvieron a disgusto bajo el señorío y jurisdicción de Oña.

El Priorato: Destino, obras y reparos
Con el fin de acopiar las rentas de los muchos lugares de Castilla la Vieja y Valle de Tobalina, los monjes construyeron un edificio a propósito. O sea, lo mismo que la Orden de San Juan hizo en Miñón o el obispado con las cillas o trojes parroquiales.
En el siglo XIV Oña disponía de once prioratos llegando a ser tenido por el monasterio de más monjes (52) y más rentas (81.908 maravedís). El mayordomo que tenía, en 1338, en Trespaderne percibía del pueblo 233 fgs. de cereal, frente a la mayoría de los pueblos circunvecinos que solían aportar un centenar y, aún, bastante menos. Era la abadía española más rica, llegando a recoger 25.000 fanegas de renta. En el año 1544 Trespaderne aportaba 28.429 mrs. de renta anuales.
En el Priorato vivía un monje que disponía de capilla y vivienda. El resto de la construcción estaba destinada al almacenamiento de las rentas. Como muestra de la protección oficial, los religiosos colocaron un gran escudo real sobre la puerta de ingreso, tal como todavía puede verse.
Cuando a principios del siglo XIX se le concede a Trespademe un mercado, sin duda que los de Oña aprovecharían la ocasión para comercializar allí los excedentes. Lo mismo venían haciendo los canónigos de Vadillo en Frías y los cistercienses de Rioseco en Medina.
Antes del actual edificio la recaudación se hacía en Medina. El señorío y cercanía al monasterio motivaría su traslado a Trespademe. En las afueras del pueblo, en el barrio de San Vicente, en medio de una extensa finca y en una fuerte pendiente, los monjes levantaron un amplio caserón. Disponía de homo, huerta, palomar, pesquera y bodega pues en el pasado el viñedo era muy numeroso.
La construcción del actual edificio es tardía. Su análisis y la documentación constatan que se trata de un trabajo del siglo XVII. Efectivamente, en el año 1665 fue levantado bajo las siguientes condiciones: En la planta baja se harían tres trojes, un cuarto y una escalera. En la segunda una sala de recibimiento y una celda, cocina y chimenea. El tejado iría a cuatro aguas. Los materiales los pondría el monasterio. Estaría concluido al año siguiente. Fue rematada la obra en Martín de Monachia, vecino de Briviesca, por 2.600 reales. En 1670 consta que la habitaba el prior y administrador de las rentas, padre Francisco de Argáiz que, también, hacía de párroco de San Vicente.
Consta de un buen pórtico, con ingreso de arco de medio punto que parece un añadido posterior al resto. El interior y entrada al edificio principal se hace a través de una puerta adintelada, surmontada del escudo arriba mencionado. Este frente mira a la población. Dicha fachada principal luce amplias ventanas encuadradas por buena sillería. Las demás son escasas y reducidas, sin duda con el fin de evitar robos, humedades y otros males a los cereales allí custodiados. Los paramentos son de pobre mampostería.
Con la desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, tanto el grandísimo monasterio de Oña como sus propiedades e inmuebles fueron enajenados o quedaron abandonados. Con diferentes destinos, el Priorato se mantuvo a duras penas como también ocurrió con otros edificios monasteriales de las Merindades (parroquias, ermitas, viviendas…) que acabarían en ruinas.
Desde ahora el deterioro del Priorato se acelera desapareciendo la cubierta, ruina de diferentes dependencias y progresiva reducción del espacio o finca en que se alzaba. Quizá la copiosa fuente que mana fuera, pegada a la cerca, le abasteciera de agua en el pasado.
El interés de su actual dueño por recuperar un edificio tan valioso, le está retornando a lo más parecido del pasado. Sin duda que para Trespademe resulta una suerte volver a lucir un edificio de tanta historia y notable belleza en una población en la que, ciertamente, no abundan tales recuerdos.
Que cunda el ejemplo.