El Papa Francisco ha inscrito en el Libro de los Santos a san Manuel Ruiz, fraile franciscano, natural de San Martín de las Ollas y asesinado por los drusos en Damasco en el año 1860.
Catorce nuevos santos fueron canonizados por el Papa Francisco el pasado 20 de octubre, entre ellos San Manuel Ruiz, conocido como “el Padre Paciencia”, que nació en san Martín de las Ollas en el año 1804 y murió asesinado junto a otros 7 franciscanos, también canonizados, en Damasco en 1860 durante la persecución que los drusos emprendieron contra los cristianos.
A la ceremonia asistió un pequeño grupo de burgaleses, en un viaje organizado por el Departamento de Peregrinaciones de la archidiócesis de Burgos, acompañados por el delegado para las Causas de los Santos, Cecilio Adrián Haro y encabezados por el arzobispo, Monseñor Mario Iceta que participó «con emoción» en la ceremonia, concelebrando la misa junto al Papa Francisco. Aseguró que «estos mártires son campeones en la fe, en la esperanza y en el amor. En la fe porque dieron la vida por Cristo, por confesarle a Él; en la esperanza porque aguardaban la eternidad, la plenitud; y en el amor porque perdonaron a aquellos que les decapitaron, que les martirizaron».
Por su parte, el Papa ha señaló en su homilía que, “A lo largo de la agitada historia de la humanidad, ellos fueron siervos fieles, hombres y mujeres que sirvieron en el martirio y en la alegría, como el hermano Manuel Ruiz López y sus compañeros”.
El próximo domingo día 3 de Noviembre a las 12h, en el Altar Mayor de la Catedral de Burgos, que pocas veces se abre, el Obispo bendecirá un cuadro de San Manuel Ruiz López que después se colocará en su pueblo natal, San Martín de las Ollas. A la ceremonia se podrá entrar libremente, aunque todas personas que vayan de San Martín tendrán bancos reservados exclusivamente para ellos.
San Manuel Ruiz
Manuel Ruiz ingresó en los franciscanos en 1825, concretamente en el Convento de San Miguel de las Victorias de Priego de Cuenca. Fue ordenado sacerdote en 1830 y destinado con otros diecinueve franciscanos a las misiones de Tierra Santa, llegando a Jaffa (Israel) el 3 de agosto de 1831 y trasladándose pronto a Damasco (Siria) para estudiar el árabe.
Allí, fue párroco de la iglesia de la Conversión de San Pablo. Poco después enfermó y fue enviado al Convento de Luca en Italia hasta que mejorase. Como no lo consiguió, regresó a España, primero a su pueblo natal, San Martín de las Ollas y luego a la ciudad de Burgos, donde en 1847 fue nombrado profesor de Hebreo y Griego en el Seminario Diocesano.
Sin embargo, el fraile deseaba volver a la actividad parroquial, por lo que fue nombrado párroco del pequeño pueblo de Para en Burgos, aunque estuvo muy poco tiempo allí. En 1856 volvía a Damasco y un año después, era nombrado superior de la comunidad franciscana de aquella ciudad.
La situación que encontró en Damasco era muy diferente a la que había dejado años atrás, los cristianos del Líbano y Siria eran objeto de persecución por parte de los drusos. En 1860 fueron destruidas muchas aldeas maronitas y asesinados sus habitantes. La violencia llegó también a Damasco, y el 9 de julio de ese año, el barrio cristiano, donde vivían unas treinta mil personas, fue asaltado y miles de cristianos degollados. Muchos cristianos corrieron a refugiarse en el convento franciscano, confiando en la solidez de sus muros. No queriendo dejarlos abandonados a su suerte, los franciscanos decidieron no aceptar la propuesta del gobernador turco de refugiarse en su residencia.
En aquel momento, junto a Manuel la comunidad estaba compuesta por siete religiosos. Finalmente, los asaltantes lograron entrar en el convento. Fray Manuel Ruiz, que era el franciscano encargado de custodiar el templo, corrió a la iglesia y, «para evitar toda profanación», consumió «el Santísimo Sacramento que había de ser su Viático».
Al beato Manuel Ruiz sus captores quisieron obligarle a convertirse al Islam: «¡Hazte musulmán o mueres!», le espetó un soldado. «Él respondió con fortaleza: “Mil veces antes la muerte”. Colocó su cabeza sobre el altar y se consumó el sacrificio».
En la imagen una antigua litografía recoge el momento en que el beato Manuel Ruiz fue decapitado.