Nació el 10 de abril de 1783 en el caserío Longa de Mallavia, Vizcaya, por lo que fue apodado Longa, pasando a ser este su nombre más conocido. Desde muy joven vivió en La Puebla de Arganzón donde trabajó como aprendiz de herrero, llegando a casarse con la hija de su patrón adquiriendo así una buena herrería. S pesar de ser mucho más numerosos, fue el azote de los franceses en Las Merindades durante la Guerra de la Independencia.
Que el suelo de esta bella comarca de Las Merindades ha sido escenario, desde luego nada deseado por sus habitantes, de casi todas las guerras sucedidas en España a lo largo de su historia, es cosa sabida, además de padecida. Desde la invasión romana, hasta la última guerra civil de los años treinta del pasado siglo XX, pasando por las siempre sorpresivas aceifas moras durante la larga Reconquista, o los alzamientos comuneros en tiempos del emperador Carlos, o, ya en el siglo XIX, la penosa época de la invasión napoleónica y las fratricidas contiendas de las guerras carlistas, este territorio del norte burgalés se ha visto involucrado, con mayor o menor intensidad, en todas las contiendas habidas y por haber.
En todas ellas sus laboriosos e íntegros naturales y vecinos han dado muestras de su valentía, espíritu solidario y sentido patriótico.
Hoy hablamos de uno de esos personajes que escogieron Las Merindades para sus hazañas. Vamos a tratar de trazar una breve semblanza de Francisco Tomás Anchía, más conocido como general Francisco Longa, uno de los más afamados jefes guerrilleros durante los últimos años de la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas.
Este intrépido guerrillero se casó con una burgalesa de La Puebla de Arganzón, herrero de oficio, llegó a ser uno de los jefes guerrilleros más afamados y temidos entre las tropas francesas que tuvieron como base la comarca de Las Merindades y ambas vertientes de las abruptas calizas de Sierra Salvada.
Nadie sabe cómo le llegaron a un simple herrero de pueblo las extraordinarias dotes de temerario y hábil estratega de las que hizo gala Longa, pero nadie, y menos sus enemigos, las pusieron en duda nunca.
Siempre tuvo Longa buen cuidado de ganarse la confianza de los habitantes de Las Merindades, quienes, imbuidos como él del espíritu de rebelión contra los invasores, no dudaron en hacer repartimientos para apoyar la causa, aunque quizás fuesen los frecuentes botines de guerra que se conseguían con cada batalla la fuente principal para el mantenimiento de las tropas, cuyo número rondarían los 200 guerrilleros, tres cuartas partes de a pie y el resto a caballo, aunque, ya en los tiempos finales, a veces conseguía reunir un número de hombres mucho más importante.
El pueblo de El Almiñé, en Valdivielso; el puente de Frías, los campos de Villacomparada, cerca de Medina de Pomar; Villarcayo, Villalba de Losa, Villasana de Mena y, sobre todo, las peñas calizas que separan Orduña y Losa, fueron escenarios donde Longa y sus guerrilleros dejaron escritas con sangre heroicas hazañas contra tropas invasoras que, a veces, suponían efectivos cuatro y cinco veces superiores.
Julián García Sainz de Baranda, recoge en su libro “Historia de las Merindades”, varias de las escaramuzas efectuadas por el guerrillero Longa, y destaca una de ellas, la cual nos servirá de referencia y de explicación a varias incógnitas. Cuenta don Julián que las tropas de Longa “En la Peña de Orduña, sobre Peñazos, el 24 de octubre de 1810, atacaron a un fuerte convoy con destino a la división mandada por el general Bonet. El convoy estaba compuesto por 540 hombres y los guerrilleros 170, logrando destrozarles e infringiéndoles 480 bajas y 9 prisioneros. Se hicieron con un botín de 53 carros con 7.000 pares de zapatos, 5.000 vestuarios completos, 4 cajones de galones, charreteras y otros adornos. Las pérdidas de Longa fueron 21 muertos y 35 heridos”. Suponemos que al guerrillero Longa le supondría un problema el buscar destino a tantos galones y charreteras, aunque, de seguro, no se esforzaría demasiado en adjudicar los zapatos y vestimentas, pues los vecinos de Las Merindades no andarían muy sobrados de calzado y ropa de abrigo.
Longa no licenció sus tropas hasta que en 1813 los franceses, tras su derrota en la batalla de Vitoria, abandonaron el suelo español. Sus guerrilleros fueron integrándose en los ejércitos nacionales y Francisco, ya ostentando el cargo de General, murió en paz hacia 1831.
Fue Longa un personaje a imitar, valiente, astuto, equilibradamente temerario y, sobre todo, un patriota de tomo y lomo, que bien merecería figurar dando nombre a una de esas numerosas calles nuevas que se abren por doquier en las villas, pueblos y aldeas de Las Merindades.