Quince obras del escultor Carlos Armiño nos proponen un recorrido por el Valle de Valdivielso a través del Camino Natural del Ebro (GR 99). Un motivo más, por si no hubiera pocos, para adentrarse en este entorno de naturaleza, arte y patrimonio que acompaña el discurrir del Río Ebro.
Impregnar de arte un camino supone despertar la curiosidad, la intriga y la búsqueda. Encontrarnos, por sorpresa o intencionadamente, esculturas en medio del bosque es un regalo para nuestras emociones abiertas a todo un mundo de sentimientos muy dispares.
Las esculturas de Carlos Armiño nos acompañan en puntos clave del Camino Natural del Ebro, (GR 99), lugares cercanos a las poblaciones por las que pasa, desde su entrada por el desfiladero de Los Hocinos hasta su salida del valle al embalse de Cereceda.
De este a oeste, recorre un total de 14 pueblos, en un recorrido con alternativas, todas ellas aptas para cualquier tipo de aventurero. A pie, en bici o a caballo y siempre de un modo respetuoso, nos podemos impregnar de la magia de este recorrido.
El Ebro vertebra el valle dándole una personalidad singular y siendo el origen de diversas formas de vida a lo largo de la historia. Puentes, diques, azudes, canalizaciones y presas, afán del artificio humano que intenta dirigirlo, reencauzarlo. Molinos, batanes, norias, centrales eléctricas, fábricas, potabilizadoras, depuradoras… y, ahora, esculturas que nos invitan a establecer un diálogo con el río y con nosotros mismos.
Se trata de un camino natural, que ha sido y sigue siendo fuente de economía para el valle. La propia corriente fluvial ha generado piezas de patrimonio excepcionales, desde el románico hasta la actualidad y a partir de ahora, también podrá ser fuente de espiritualidad gracias a la generosidad de Carlos Armiño.
El Camino Natural del Ebro en su versión actual hereda pues todos los influjos del pasado y del presente.
En su recorrido, el propio río representa a la vida y a la regeneración, al constante cambio, habiéndose ahora atrevido a albergar esculturas que se mimetizarán y empezarán a ser fuente de nuevas historias, fantasías, diversión, cobijo, referencias y seguridad en un medio que para muchos es hostil y que de esta manera puede dejar de serlo.
Las propias figuras agradecen su nueva ubicación ya que sienten poder transmitir serenidad a quien las descubra. Van a poder intercambiar vivencias en sus espacios. Infinitos diálogos entre la naturaleza, las esculturas y aquellos que quieran dejarse llevar. Un lujo muy cercano para cualquiera que se abra y se deje sorprender.