VALLE DE TOBALINA
El río Purón, que no hay que confundir con el corto río de su mismo nombre existente en el concejo asturiano de Llanes, es una corriente que nace en la sierra alavesa de Anderejo, dentro del parque natural de Valderejo.
Nuestra propuesta consiste en remontar la corriente del Purón desde Herrán y, a través del estrecho y espectacular desfiladero abierto por sus aguas en la muralla rocosa que da entrada al parque natural mencionado, llegarnos hasta Ribera, un minúsculo poblado, ya hace décadas sin pobladores, situado en pleno parque y que pertenece a la provincia de Álava.
El mejor modo de llegar a Herrán es desde Quintana Martín Galíndez, cabeza del municipio Valle de Tobalina. En el centro del poblado nace, a la izquierda, la carretera que nos llevará hasta Renedo y Herrán. Hay carteles que lo indican
El pueblo, en sí, merece una detallada visita, que recomendamos, pues sus viejas casas de piedra, incluidos un pequeño palacio renacentista y una torre de la misma época, convertida en posada rural, amén de la estupenda iglesia parroquial de Santa Águeda (S. XVI/XVII), recientemente restaurada, son de gran interés.
El camino hacia nuestra meta nace al otro lado del pueblo, al norte. A veces, no siempre, una maroma de acero impide el paso de vehículos. Tras ella, en una encantadora campa situada en la ribera derecha del río que buscamos, dotada de mesas y barbacoas y sombreada por chopos, arranca una ancha pista que, en continuo aunque no muy acusado ascenso y siempre cercana a la corriente de agua, nos lleva, tras atravesar una valla de madera, al paraje conocido como “Las puentes”, un estrecho y encajonado paso, otrora peligroso y hoy estupendamente acondicionado y protegido, que, por un osado puente, tildado, como muchos otros y un tanto gratuitamente, como romano, nos permite salvar el curso del Purón. El puente, de atrevido arco, carece de manguardias, al apoyarse directamente en la roca. El rincón, de indudable atractivo y tal como se ha dicho, se conoce como “las puentes”. En los pedregales calizos que, tras el paso, se ven junto al camino, el cronista ha hallado numerosos fósiles marinos.
Nada más pasar el puente reseñado, a nuestra izquierda, veremos la recuperada ermita de San Roque y San Felices, la cual el cronista vio totalmente arruinada hace tan solo unos pocos años y que, tras ser objeto de estudios arqueológicos, está volviendo a su ser primitivo.
El paraje se ancha y se extiende a izquierda y derecha de la senda que nos lleva aguas arriba, escoltada por impresionantes roquedos calizos y siempre cercana al río, el cual, inmediatamente, se trasforma y se convierte en alocado torrente que rebota en los estrechos márgenes del cauce y en el rocoso lecho, formando bellísimas y continuas cascadas, incluida una impresionante cola de caballo, que alternan con pozas de aguas cristalinas. Unos carteles nos advierten que hemos entrado en terrenos alaveses, en el parque natural de Valderejo, por lo que deberemos seguir respetando las sendas marcadas y muy atentos al ganado, el cual campea suelto por estos bellos rincones.
Al final de la zona boscosa, la senda se convierte en una especie de estrecho paso elevado a cuyos pies se oye la corriente de agua. Es un trecho de camino impresionante que, una vez superado, nos conduce a unas zonas más abiertas, plenas de verdor, El camino se bifurca tras unos cientos de metros, debiendo tomar el de la derecha, que es el que nos lleva hasta el final de nuestra excursión: el despoblado de Ribera, cuyo antiguo, exiguo y arruinado núcleo se esconde entre la maleza. Tan sólo su ya obsoleta y casi arruinada iglesia románico-gótica de San Esteban emerge asentada en un otero desde el que contempla sus antiguos dominios. La iglesia, resultado de varias etapas constructivas, conserva algunos capiteles románicos (rostros humanos, un par de guerreros y un ser fabuloso) y pinturas murales góticas en su interior, entre las que se ven la representación del pecado original y a los doce apóstoles, separados en dos grupos y portando sus atributos (NOTA: Estas pinturas de San Esteban nos recuerdan extraordinariamente las del ábside de la abandonada iglesia de Villarán, pueblo también sin población perteneciente a Medina de Pomar y sito cerca de Nofuentes, por lo que, como aquellas, podríamos fecharlas hacia finales del siglo XV o inicios del XVI). Llama la atención el gran ventanal de arco apuntado abierto en la cabecera, hoy cegado, y la grácil espadaña con tres vanos para campanas, pero sin campanas, que se levanta a los pies. La ruina puede ser galopante, pero su consolidación y recuperación corresponde a la Comunidad Autónoma Vasca, la cual ya la tiene entre sus planes de intervención, así que…
Nosotros volveremos por donde hemos venido y muy satisfechos, de seguro, por la experiencia vivida.
VALLE DE TOBALINA
Herrán