En el año 1816, cuatro vecinos de Bocos robaban cerezas a una viuda, estropearon su cerezo y repartieron con “algazara y rechufla “ sus ramas por distintos lugares de la localidad. Fueron denunciados y pagaron los daños.
El pasado mes de junio tenía lugar en el Centro Intergeneracional Encarnación Bustillo de Villarcayo una exposición conmemorativa de los 100 años de la adhesión del Ayuntamiento de Bocos al de Villarcayo. En la muestra, organizada por la Concejalía de Cultura y realizada por la concejala del Ayuntamiento de Villarcayo, Rosario Martínez y el alcalde de Bocos y también concejal del Ayuntamiento, Enrique Santamaría, se exponían una serie de documentos relativos a la fusión de ambos municipios, pero también alguno curioso, como una denuncia sobre el robo de cerezas y el posterior juicio en Bocos. Rosario Martínez, en un arduo trabajo, consiguió trascribir los documentos para poder contar este curioso suceso aquí.
Corría el año 1816 cuando la viuda Antonia López Negrete, se querellaba “grave y criminalmente contra Román de Pereda, vecino de esta Villa, Manuel Alonso, Francisco Ruiz y Francisca López Borricón, mozos solteros naturales y residentes en la propia Villa” por el robo de cerezas de uno de sus cerezos.
Los hechos los describe a continuación. Encontró un cerezo de su propiedad “todo maltratado y estropeado” y al averiguar quién lo había hecho le informaron que habían sido aquella misma noche sus propios vecinos, Román, Manuel, Francisco y Francisca.
La viuda relataba así los hechos, “no contentos con el daño que me causaron, por hacer más desprecio de mi como pobre viuda, validos del apoyo y protección que tienen en el Señor Alcalde, cargaron de ramos del mismo cerezo, y con mucha algazara y rechufla los fueron colocando en mi puerta y la de mis hermanos, vecinos inmediatos, en las rejas del palacio, y en el rollo de la propia villa. No sé qué idea se pudieron proponer para tanto disturbio, desvergüenza y desacato para conmigo, pero lo cierto es que todos llevaban objeto sin que para tal determinación les hubiese yo dado la menor ocasión ni tuviesen motivo para portarse con tanta desvergüenza”.
En la declaración Antonia explica que nada le suponían las cerezas, pero no puede dejar pasarlo por “el mal tratamiento del árbol, desprecio y desvergüenza con que me trataron, arrojando todo su ramaje a mi puerta, la de mis hermanos y vecinos, coronando después el rollo y rejas del palacio”.
Además, “No paró en esto la mofa sino que llevando adelante la rechufla me mataron una perra que tenía para el cuidado y defensa de mi casa y al día siguiente la hallé tronzada en las eras del pueblo”.
Por todos estos motivos, Antonia pidió la prisión y embargo de bienes de los querellados. Sin embargo, el alcalde de Bocos que debía juzgar los hechos era familia cercana o guardaba relación de amistad con los tres querellados, por lo que fue recusado por la Viuda ya que tenía abandonado el caso y después varias peticiones para que declarasen los autores, ésta no se producía. Por este motivo, tomó las riendas del caso Manuel Lorenzo Saravia Regidor Decano de Bocos.
Se celebró el juicio verbal el 30 de junio de 1816. En él los acusados dijeron que “fueron a buscar unas cerezas y al efecto caminaron, y no pueden decir el tiempo que pasó, volvieron con unos ramos de cerezas que comieron, pero no saben de qué cerezo pudieron cogerlas y después de comerlas, caminó cada uno para su casa”. Al día siguiente los vecinos vieron las ramas del cerezo en el rollo, pero no saben quién los colgó, aunque los comentarios fueron que habían sido los acusados.
La sentencia condenó a los acusados a pagar los daños causados al cerezo, también a pagar todas las costas del juicio y les previene de “que en lo sucesivo se abstengan de cometer tales excesos porque de lo contrario serán castigados con mayor rigor”.
Finalmente la sentencia expone una extensa relación de las costas que ascendieron a 140 reales, una suma importante para la época.