Entre los días 10 y 11 de noviembre de 1808 tuvo lugar la batalla de Espinosa de los Monteros, un enfrentamiento que fue parte de la Guerra de la Independencia y que dejó una profunda huella en la villa.
Hoy, un día de primeros de noviembre de 2023, paseo por los preciosos soportales de la plaza Sancho García. Unos niños juegan animadamente a la pelota, un abuelo compra con su nieta unas pastas italianas, una pareja pasea cogida de la mano y la mayoría de la gente va y viene de sus quehaceres. Viendo esta escena nada hace sospechar el horror que se vivió en este mismo lugar hace exactamente 215 años. Unos hechos narrados con detalle en el libro que llevo debajo del brazo, editado magníficamente hace unos años por el Ayuntamiento de Espinosa de los Monteros: las memorias de Nicolás Barquín sobre la batalla de Espinosa, un extenso relato con el que podemos reconstruir fielmente aquellos días terribles de noviembre de 1808.
España llevaba desde mayo de ese mismo año en guerra contra la ocupación francesa. En julio se había librado la batalla de Bailén, la primera derrota en una batalla campal de los ejércitos napoleónicos, que los obligaron a replegarse tras la línea del Ebro. Para Napoleón fue una humillación que le provocó ataques de furia. Era una muestra de debilidad que podía ser aprovechada por austriacos y británicos. Así que desde septiembre preparó un plan de contraataque y el 3 de noviembre se puso personalmente al frente del ejército francés en España. Trató de ocupar Burgos (lo consiguió tras la batalla de Gamonal) y envió tropas al País Vasco y Cantabria para expulsar a las tropas españolas del general Joaquín Blake. Tras varios ataques y contraataques, Blake se vio obligado a retroceder perseguido por los mariscales Victor y Lefrevre, y en Espinosa de los Monteros encontró una posición defensiva ideal desde la que presentar batalla.
Hoy día, aún se pueden ver en Espinosa los campos de batalla donde se desarrolló la lucha. Paseo por el Monte Edilla, un bonito bosque de robles a orillas del río Trueba desde donde se puede llegar a la Loma del Ataque. Es una pequeña elevación donde nacía la línea española que defendió la posición frente a los franceses que llegaban desde la carretera de Quintana de los Prados. El 10 de noviembre la lucha aquí fue encarnizada, llegando a la pelea cuerpo a cuerpo con bayoneta, pero los españoles consiguieron mantener la posición. Las pérdidas en ambos bandos fueron terribles. Lejos de la épica gloriosa, imaginen a los pobres desdichados que les tocó pelear hasta la muerte. El propio Nicolás Barquín nos habla de la hambruna y enfermedad generalizada entre los soldados españoles, la mayoría gallegos y asturianos. El ejército de Napoleón no estaba en mejores condiciones. Se trataba de un ejército multinacional, no solo de franceses. Podemos imaginar a ese chaval italiano, obligado a servir en un ejército extranjero, lejos de su casa, enfermo y extenuado tras largas marchas por, literalmente, media Europa. No es de extrañar que la población civil fuera la que más sufriera: robos, asesinatos y violaciones. Días antes de la llegada de ambos ejércitos a Espinosa, muchos habitantes evacuaron la villa, pero quedaron en ella enfermos, ancianos y los que no tenían a donde ir.
Me acerco ahora al Mirador de la Herbosa, una elevación cercana a la impresionante torre medieval de los Velasco y desde la que tenemos una bonita vista de la villa y los alrededores. Aquí los españoles instalaron varias piezas de artillería que tuvieron que abandonar apresuradamente el 11 de noviembre. Tras la agotadora lucha del día anterior, con las primeras luces de la mañana y protegidos por la niebla, tropas y tiradores de élite franceses se infiltraron tras las líneas españolas. A las 7 de la mañana se reinició el ataque con intenso fuego de fusilería. Los franceses consiguieron abatir a los mandos españoles Quirós, Acevedo y Valdés y empezó la desbandada del ejército español. Desde el Mirador de la Herbosa puedo ver el Puente Ilustre sobre el río Trueba, que colapsaron los soldados en su huida hacia Reinosa, abandonando carros, víveres y municiones. La batalla había acabado para las 10 de la mañana. Los franceses pusieron a esta batalla el nombre de “la batalla de los caballos blancos”, admirados por la belleza de los ejemplares que montaban los oficiales españoles. Un bello nombre para semejante carnicería. Lo peor para los espinosiegos vino después. Las tropas francesas entraron en la villa y la saquearon salvajemente durante días. El pillaje y los asesinatos fueron generalizados y Espinosa perdió una parte importante de su patrimonio histórico. Los que pudieron huyeron al monte y permanecieron escondidos hasta que a finales de noviembre se atrevieron a regresar.
Para completar mi paseo por los escenarios de la batalla, entro en el magnífico Museo de los Monteros del Rey. Una de sus salas está dedicada en exclusiva a la batalla de Espinosa, donde se pueden ver planos, maquetas y objetos arqueológicos recuperados en los campos de batalla: restos de la munición disparada, piezas de armas y diversos utensilios personales de los soldados. Conmueve ver un viejo tenedor con el que tal vez un soldado tomó su última comida. Tristes guerras.