El Cerro de La Maza se alza sobre la Merindad de Valdeporres, a cuyo ayuntamiento pertenece en su mayor parte, y forma el límite con el vecino Ayuntamiento de Valle de Valdebezana. La cima, de 1165 m. de altitud, es un punto estratégico desde el que se controla visualmente una gran extensión de todo el entorno geográfico de esta parte del norte de Burgos y del sur de la limítrofe Cantabria. Por ello fue ocupada el 12 de agosto de 1937 por el regimiento de artillería de la división “Fiamme Nere” del CTV italiano, y sirvió de observatorio y puesto de mando de los nacionales durante los inicios de la batalla de Santander, avatares bélicos de los que han quedado importantes estructuras y fortificaciones en la zona más alta del cerro.
Eduardo José Peralta Labrador
(Doctor en Arqueología y Correspondiente por Cantabria de la Real Academia de la Historia)
Sin embargo, la historia de La Maza se remonta a la lejana época de los antiguos cántabros: a finales de los años 90 el investigador de Reinosa Miguel Ángel Fraile López descubrió que en el escalonamiento inferior rodeado de cantiles, de forma amesetada triangular y con más de 20 hectáreas, había evidencias en superficie de restos de amurallamientos y fragmentos cerámicos de un gran castro de la Edad del Hierro. Por esa época yo estaba dando a conocer y estudiando los campamentos romanos de la Sierra del Escudo, algunos de ellos visibles desde La Maza, y también acababa de descubrir junto a mis compañeros Federico Fernández y Roberto Ayllón el vecino campamento romano de La Muela, sobre el extremo septentrional de los imponentes acantilados de Peña Dulla.
Con los permisos de la Junta y patrocinio de la Fundación Marcelino Botín de Santander, entre los años 2000 a 2002 dirigí las prospecciones y sondeos que se hicieron en el castro del Cerro de La Maza, en el campamento romano de La Muela y en parte de Peña Dulla, yacimientos que además fotografié desde un ultraligero. En La Maza se excavaron varias estructuras, entre ellas dos cabañas rectangulares con zócalo de piedra y pareces de manteado de barro con estructura de entrelazado de zarzo. Estas cabañas proporcionaron cerámica de la Edad del Hierro, manos y metates de molino, un regatón de hierro de un dardo arrojadizo, y también materiales de factura romana, como fragmentos de un plato de vidrio y una ficha de juego circular con un grafito, por lo que las viviendas pueden datarse en los siglos II-I a.C. y llegar hasta las Guerras Cántabras. Sin embargo, la pieza más singular y antigua procedente de este yacimiento es una magnífica espada de la Edad del Bronce Final (desde 1.250 a 900-700 a.C.) encontrada años después de nuestra intervención por un furtivo, y de la que nos han hecho llegar fotos. Puede relacionarse con la llegada de gentes de los Campos de Urnas y con los orígenes del poblamiento castreño en el área cántabra oriental, ya que es una pieza singular dentro de la metalistería del Bronce Final cantábrico porque, tanto la decoración de motivos espirales y curvos que ostenta su hoja como el tipo de empuñadura maciza con amplio pomo discoide, nos remiten a los modelos de espadas pistiliformes del Bronce Final del área danubiana y centroeuropea. Se trata por tanto de una producción foránea vinculable a la llegada al solar cántabro de gentes incineradoras de los Campos de Urnas o a contactos con ellos. El carácter suntuoso de la pieza explicaría su conservación en un castro de la Edad del Hierro como símbolo de estatus guerrero de los ancestros o porque el emplazamiento hubiese estado ocupado ya desde la Edad del Bronce como ocurre en el cercano de La Muela.
Por sus dimensiones y situación el Cerro de La Maza tuvo que ser un oppidum (ciudadela fortificada) cántabro de gran importancia que controlaba el eje de comunicaciones naturales que por el subcorredor cantábrico al pie de la Cordillera comunicaba con los valles vecinos de Villarcayo y de Mena, mientras que hacia el oeste cerraba los accesos hacia el nacimiento del Ebro por Reinosa y el paso natural hacia la costa por los altos del Puerto del Escudo (que es por donde luego se internaron las legiones romanas). En la cima superior que domina al castro, donde estuvieron las posiciones de la Guerra Civil, algunos autores señalan la posible existencia de un campamento romano de asedio al castro, lo que tendría que ser confirmado con una intervención arqueológica.
Donde sí hay incontrovertibles evidencias arqueológicas de las Guerras Cántabras y de ocupaciones muy antiguas es al otro lado del valle, en Peña Dulla y en todos los páramos y canales del Dulla que hay detrás, ya en la Merindad de Sotoscueva y en el límite con Valdeporres. Se trata de una formación geológica de gran belleza y un espacio natural intacto de sumo valor ecológico que está lleno de restos arqueológicos, algunos de los cuales (túmulos y cabañas, o la cueva prehistórica del Oro) estaban referenciados ya en la Carta Arqueológica de esta zona. Por nuestra parte descubrimos a finales de los 90 que en la península acantilada de La Muela, cerca de Villamartín de Sotoscueva, hubo un singular poblado con cabañas de la Edad del Bronce Medio y Final que en nuestra posterior intervención arqueológica proporcionaron cerámicas de ese período, así como un puñalito argárico de bronce con pasadores y restos de un hacha de talón. El mismo emplazamiento fue ocupado siglos después por tropas romanas durante alguna de las últimas sublevaciones de los cántabros. Los magníficos materiales militares encontrados consistieron en armamento y equipamiento de diverso tipo: proyectiles de catapulta, piezas de pilum (el venablo arrojadizo de los legionarios), puntas de flecha de los auxiliares, clavijas de tiendas de campaña hincadas in situ, tachuelas de las sandalias claveteadas de los soldados, fíbulas para sujetar el sago, plomos de una groma (instrumento de los topógrafos militares), y monedas que fechan el asentamiento en alguna de las sublevaciones cántabras del final de la guerra, tal vez en la campaña de Marco Vipsanio Agripa y de Publio Silio Nerva en el 19 a.C., o en la última del 16 a.C.
En 2013 los investigadores del grupo espeleológico Edelweiss vinculados al estudio de la cercana cueva de Ojo Guareña (Ana Isabel Ortega y Miguel Ángel Martín) en su monografía sobre dicho complejo kárstico y su entorno, dieron a conocer otros testimonios del asedio y ataque al Dulla por el ejército romano en la zona de la Puerta de Quintanilla. De esa zona donde se produjo el asalto romano proceden varios proyectiles de catapulta tanto de piedra como de hierro que hemos dado a conocer en publicaciones científicas. El lugar ha sido bastante expoliado por furtivos y de uno de estos expolios han llegado al Museo De Burgos cerca de cien puntas de flecha, proyectiles de catapulta y otros materiales. Controlando esta zona del asalto al Dulla hubo otro campamento romano que no ha sido excavado.
Nos encontramos ante un excepcional complejo arqueológico que ocupó todo El Dulla y que corresponde a un asedio contra los cántabros, que se atrincheraron en estos casi inexpugnables páramos acantilados, auténtica Masada hispana. Considerables fuerzas del ejército romano intervinieron en este episodio durante alguna de las campañas del final de las Guerras Cántabras que dirigieron los generales del emperador Augusto, tal vez el propio Agripa. Pero es que El Dulla atesora otras muchas riquezas arqueológicas porque hay túmulos, evidencias diversas de la Edad del Hierro, y además una estructura campamental de una guarnición romana que quedó instalada en el lugar tras vencer la resistencia de los cántabros y abatir la muralla que cerraba el paso por la Puerta de Quintanilla.
Estos imponentes enclaves arqueológicos de los antiguos cántabros y de los campamentos de asedio por las legiones romanas se encuentran ahora en grave peligro: dos proyectos de parques eólicos amenazan con arrasarlos por completo. El primero es el proyecto sobre La Maza, que tiene el sorprendente nombre de “Estacas de Trueba” (puerto de montaña situado a muchos kilómetros de aquí, entre Espinosa de los Monteros y Vega de Pas) y es de la empresa madrileña “Villar Mir Energía SLU”. El segundo se pretende instalar en todo Peña Dulla y lo llaman “Parque Eólico Merindad”, que afectará a los municipios de Villarcayo de Merindad de Castilla la Vieja, Merindad de Sotoscueva y Merindad de Valdeporres; lo presenta la empresa Naturgy (Naturgy Energy Group, S.A.). Ambos proyectos afirman con total falsedad que no hay evidencias arqueológicas donde pretenden instalar sus descomunales aerogeneradores y demás obras y desmontes.
Hay que recordar que sobre la Maza, años atrás la empresa Boreas Eólica S.A. quiso instalar otro parque eólico, y esa pretensión resultó frenada con la Declaración de Impacto Ambiental con resultado NEGATIVO, dictada por la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en Burgos, mediante Resolución de 12 de junio de 2006, y publicada en el B.O.C. y L. N.º 120 del jueves, 22 de junio 2006. Esta Declaración de Impacto Ambiental cita textualmente “En Conclusión, la instalación de una línea de aerogeneradores en una zona ya saturada de parques eólicos, y tan próximo a zonas que tienen unas figuras de protección elevada, además de su singularidad paisajística, motivan un impacto crítico sobre el entorno, que hace totalmente desaconsejable la instalación de dicho parque eólico”.
¿Sabremos proteger de esta moderna invasión foránea los yacimientos donde nuestros ancestros sucumbieron para defender su libertad, que además son unos de los más destacados entornos naturales de las Merindades burgalesas?.