Mi hermana mayor, Sonia, falleció  de cáncer de colon el 13 de agosto, sin la atención médica presencial que necesitaba y que se merecía. Solo tenía 48 años y no dejo de preguntarme si hoy podría seguir viva. 

Sonia no supo de su enfermedad hasta cuatro semanas antes de morir, cuando fue ingresada en el Hospital de Cruces (Baracaldo). Hasta entonces se pasó tres meses siendo atendida una y otra vez por teléfono por su médico de familia. 

Tres meses en los que no se la exploró ni una sola vez. Tres meses en los que pese a los sospechosos síntomas que declaraba (llamativa pérdida de peso, color de piel amarillento, no soportaba una pastilla en el estómago…) nadie se planteó hacerle una mísera analítica hasta que ella la exigió, cuando su debilidad era ya extrema. 

Sobre el papel la mató el cáncer, pero yo siento que la mató más la excusa del Covid. Por eso os pido que, por favor, firméis esta petición. Para pedir que no haya más Sonias. Las consultas telefónicas deben ser residuales y utilizarse para casos menores. NO como la fórmula común de atención sanitaria. 

El Covid se ha convertido en la excusa perfecta para que las administraciones instalen las consultas telefónicas en nuestro sistema público de salud. En la práctica ha supuesto que los ciudadanos perdamos uno de nuestros derechos fundamentales: el derecho a una asistencia sanitaria de calidad y digna.

Por teléfono no se ve. POR TELÉFONO NO SE CURA. Por teléfono es más que complicado realizar un diagnóstico certero. La sanidad pública no puede ser el juego de la gallinita ciega. 

Pese a que la profesión médica está muy preocupada por esta situación, para muchos pacientes conseguir que el doctor les vea la cara es ahora una cuestión de pura suerte, del “depende de con quién pilles”. Las citas presenciales con especialistas acumulan también demasiados meses de retraso. Y así es como poco a poco nos están abandonando. 

En mi caso particular le ha tocado a mi hermana mayor. Con un cáncer que se pudo diagnosticar antes. Porque en Atención Primaria no recibió el trato que hubiera merecido. Se quedaron con que tenía una lumbalgia y no escucharon más. No hubo manera. Tuvieron oportunidad de verla en varias ocasiones, en el centro de salud, cuando acudió a ponerse inyecciones, pero no quisieron tocarle un pelo. 

Mi hermana tampoco consiguió una atención de calidad en las urgencias hospitalarias por las que pasó. Dos, de dos comunidades autónomas diferentes. En el servicio de urgencias del Hospital de Cruces (Baracaldo) le llegaron a recriminar que hubiera acudido porque decían que se estaba arriesgando a coger el dichoso virus que hoy dicta la vida y la muerte, incluso aunque no llegues a infectarte. Un despropósito de principio a fin. Una pandemia silenciosa…

Mi hermana, y tantas y tantas otras personas, son “las otras víctimas del Covid”. Quiero justicia para ella. Pero eso, aunque llegará, no me la devolverá. Así que también quiero soluciones para que no haya más Sonias. Para que nadie más sea colocado al borde del precipicio. No podemos evitar todas las muertes por cáncer o por otras enfermedades, pero sí podemos evitar que otras personas reciban una atención insuficiente, como le pasó a mi hermana. Con ella la atención llegó demasiado tarde.

Reclamo soluciones YA para que ninguna otra familia tenga que sentir que ha perdido a un ser querido por el que se pudo hacer mucho más y no se hizo porque “eran tiempos de Covid”. No, el Covid NO lo justifica todo.

Firma esta petición, por favor. Juntos podemos lograr que la Junta de Castilla y León (ella residía en un pueblo de Burgos), otras consejerías de Sanidad donde también está sucediendo lo mismo y el Ministerio de Sanidad, eliminen de inmediato las consultas telefónicas como modalidad por defecto y se limiten a situaciones muy concretas.

Necesitamos recuperar YA las consultas presenciales. La medicina real, la de verdad, la que puede salvar vidas o simplemente atajar el dolor y mitigarlo, la sanidad pública que nos merecemos.

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