El sábado 12 de octubre, a las 19:30, se inaugurará la exposición LA RUINA REVISADA en El Hacedor situado en La Aldea del Portillo de Busto (Oña).

Diez artistas de diferentes orígenes y con técnicas artísticas muy diversas presentan sus deliberaciones sobre la ruina. Siete de ellos fueron seleccionados a través de una convocatoria de Imágenes y Palabras para una residencia artística en la Aldea del Portillo de Busto, procedentes de Francia, Polonia, Alemania y España (Sevilla, Aranjuez, Soria). A ellos se incorporaron una artista italiana con una beca de Culture Moves Europe y dos portuguesas ganadoras del premio nacional del Concurso Aveiro Jovem Criador.

Dedicaron el tiempo de su estancia en El Hacedor a una breve pero intensa exploración del entorno, paseando por pueblos (prácticamente) abandonados. Visitaron casas en ruinas como si fueran monumentos, entraron en iglesias y ermitas derrumbadas y observaron como la naturaleza va tomando protagonismo en el paisaje de lo que algún día han sido lugares llenos de vida. Esas experiencias, junto con sus talentos y prácticas artísticas, han sido la base para crear las obras que a partir del sábado se podrán contemplar en El Hacedor.

Las obras coinciden en color -los tonos amarillos, beige y marrón predominan- y difieren en interpretación y técnica. Luis Pita, fotógrafo, ha diseñado varios trípticos resaltando la estética de la ruina, donde acerca la realidad a la abstracción e invita al espectador a reflexionar sobre la caducidad de los modelos de vida. Luz Jiménez, arquitecta, indaga con su instalación hecha de papel en la fragilidad de las construcciones y en la manera que las casas se hunden en una imagen impactante de la conglomeración de los poblados sin almas. Gloria Rubio suma a esta imagen, con sus casas pintadas en ligeros colores de acuarela, casas sin voz que paulatinamente son invadidas por la naturaleza. Christoph Zeckel, músico, ha escuchado las piedras, vigas y otros compuestos de las fachadas haciendo uso de micrófonos hipersensibles, y nos hace oír las vibraciones por dentro de los muros. Los oímos por detrás de las formas ambiguas de Olga Wardega, que se ha centrado en las texturas de las ruinas, moldes hechos de siliconas, maícena y yesos crean imágenes casi de laboratorio de investigación de sus fachadas. Louna Garand también ha partido de la textura de las casas derrumbadas, pero su interpretación pictórica nos lleva a otro lugar. Con pequeños elementos entre las múltiples capas de pintura nos recuerda la presencia humana, la vida que de algún modo permanece en las casas vacías. Elisa Pregnolato da voz a los lugareños, la gente que aún viven en los pueblos, con la memoria presente de lo que fue y lo que ahora es, creando un paisaje basado en los recuerdos vivos. Eyrä Ayer sueña y pinta los tres elementos imprescindibles para tener pueblo: las plantas, las casas y la gente, por separadas, en telas, presentados en un tenderete, que es, sin duda alguna, un símbolo de la presencia humana en cualquier lugar.

La Ruina Revisada se enmarca dentro de otras actividades  realizadas este año, como el taller Palabras con Piedras, las escuchas del agua y la III edición del Silvestris Festival.