Galería principal de la Cueva del Puente. Foto Adrián Vázquez - Archivo G.E. Edelweiss.

Grupo Espeleológico Edelweiss

La Sierra Salvada es uno de los macizos calcáreos más karstificados de los existentes en el norte de Burgos, en este caso compartido con Álava y con el enclave vizcaíno de Orduña. Grandes redes subterráneas paralelas lo atraviesan de este a oeste. Una de ellas es el complejo formado por las cuevas del Puente, los Alberques y el Espino, localizado en el término municipal de la Junta de Villalba de Losa, a pocos metros de la divisoria provincial.


Este complejo se desarrolla en las calizas del Coniaciense Medio-Superior muy abundantes en la zona. Sus diferentes accesos se localizan en las proximidades del Pico Bedarbide, en el término de Tezabal, junto al tendido de alta tensión que remonta desde el pastizal de Pozalagua. La zona en su conjunto, y estas cuevas en particular, fueron exploradas y topografiadas por el Grupo Espeleológico Edelweiss, habiendo sido publicadas en el año 2000 en la monografía nº 7 de la serie Kaite, con el título de «El Karst de Monte Santiago, Sierra Salvada y Sierra de la Carbonilla».
Las cavidades que forman esta red eran conocidas desde la antigüedad por los habitantes de la zona, especialmente por los pastores y ganaderos habituados a recorrer sus pastizales y promontorios en su quehacer diario.

A través de la entrada principal de la Cueva del Puente —separada de la Cueva de los Alberques por un corto tramo de galería hundida—, se llega a un confortable corredor de 1 kilómetro de longitud, que inicialmente avanza en dirección NE-SW hasta recibir el antiguo aporte de la Cueva del Espino, por el que se accede a un meandro tortuoso que alcanza la cota -50 m. Desde el enlace de ambas cavidades, la galería adopta una dirección predominante ESE-WNW para, poco antes del final, tomar de nuevo la dirección SW-NE. Siguiéndola se alcanza una primera sima de 16 m por la que se accede al nivel inferior, temporalmente activo. La base de dicha sima conduce a una amplia sala; desde ella, y tras otro cambio brusco de dirección, un nuevo meandro en sentido NE-SW lleva hasta la sala terminal, donde se localiza la cota inferior de la red (-103 m). El desarrollo total topografiado es de 2.263 m.

A lo largo de la galería principal abundan diversos testimonios de uso y ocupación por grandes vertebrados, así como por los seres humanos que poblaron la región en el pasado. En el primer caso, se trata de grandes «oseras» que proliferan a lo largo del recorrido que conduce hasta el primer pozo de 16 metros. En el segundo caso consisten en acumulaciones de piedras para usos pastoriles u hogares esporádicos, así como tizonazos e incluso diferentes excavaciones que horadan el piso de arcilla del conducto principal, atribuibles tal vez a algún virtual buscador de tesoros, o quizás a viejas prospecciones mineras. Este tipo de prácticas fueron frecuentes en las cuevas más conocidas de la zona así como en las que se abren en el cercano Valle de Mena, y muy habituales a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX.

En la Cueva del Puente abundan los grafitis y las pintadas. Asimismo, las marcas dejadas por las teas que portaban los numerosos visitantes que se adentraban en ella y rascaban los muros para reavivar periódicamente su luz son frecuentes. Por ese motivo, en 1987 los integrantes del Grupo Edelweiss examinaron las paredes con especial atención y descubrieron cinco inscripciones latinas grabadas que refieren una exploración realizada por una decuria del ejército romano durante los últimos días de octubre del año 235, en el consulado de Severo y Quintiano. Aparecen agrupadas en dos sectores; tres en torno a una de las grandes excavaciones de arcillas y las dos restantes justo antes de la sima que precede al pozo de 16 m, la cual impide la progresión sin empleo de material y conocimientos adecuados. Por ellas sabemos que, tras recorrer 4.000 pasos, Nicolavo y 10 hombres entraron en la cavidad, quedándose uno de ellos en el primer sector —probablemente Placidus, el único que grabó su nombre—, mientras que los restantes, «los hombres más fuertes», llegaron hasta el borde de la sima.

La preservación del importante patrimonio arqueológico que conforman estas inscripciones, no siendo por suerte objeto del deterioro causado por la profusión de grafitis del siglo XX, fue lo que motivó, tras su descubrimiento, el cierre inmediato de los accesos a esta cavidad por parte de la Junta de Castilla y León. Pese a ello y por desgracia han sido numerosos los actos vandálicos y los accesos no autorizados que ha sufrido la cueva en las últimas décadas.

Pozo de 16 metros localizado a lo largo del recorrido. Foto Adrián Vázquez – Archivo G.E. Edelweiss.
Panel de grabados con inscripciones romanas en la Cueva del Puente. Foto G.E. Edelweiss.
Grandes oseras se localizan a lo largo de la galería principal de la Cueva del Puente. Foto G.E. Archivo Edelweiss.