Los Municipios de Medio Cudeyo, Riotuerto, Liérganes, Miera, San Roque de Riomiera y Espinosa de los Monteros han constituido una Asociación que lleva por nombre “El Resbaladero de Lunada”. Pero ¿que une a todos estos municipios?, una gran obra de ingeniería que servía para llevar la madera desde los bosques de la montaña pasiega hasta la Real Fábrica de Cañones de La Cavada y Liérganes.

El resbaladero de Lunada es una estructura de madera en forma de tobogán diseñada por el ingeniero austriaco Wolfgang Mücha. El ingenio se sitúaba sobre una base de piedra que medía 1700 metros de los que actualmente tan solo quedan unos pocos restos en la base, donde además había un prado denominado finca de la Pila y una cabaña de una sola planta rectangular de diseño pasiego, con una portalada con arcos y un escudo que hace referencia al rey Carlos III, por eso se la llamaba “la Casa del Rey”, desde donde se controlaba el proceso de transporte de la madera.
El Resbaladero de Lunada se construyó en el año 1791 en el municipio cántabro de Soba, situado en el margen derecho del río Miera, a 10 km de Riomiera, en su ascenso al Portillo de Lunada. Esta obra de ingeniería del siglo XVIII es considerada desde julio de 2003, Bien inventariado por la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria por considerarse una obra de gran magnitud, cuyo propósito era el transporte de maderas por las escarpadas pendientes de Lunada para finalizar en la Real Fábrica de Cañones de La Cavada y Liérganes.
El Resbaladero de Lunada se construyó durante la época en la Carlos III, quien nacionaliza la Fábrica de Cañones cántabra en 1763, recibiendo así el título de Real Fábrica. Las necesidades de la fábrica hicieron necesario gran cantidad de árboles para alimentar los hornos de las fundiciones, muchos de los cuales llegaban de los montes del norte de Burgos, extendiéndose hasta La Rioja. El ingeniero austriaco Wolfgang de Mucha propone una solución al transporte de maderas, El Resbaladero.
El Resbaladero de Lunada es una construcción con un recorrido de 1,7km. con sólida base de piedra sobre la que se asienta una estructura de madera de haya en forma de “U”, que se usó para transportar las maderas por las pendientes del Puerto de Lunada.
Con carácter provisional se construyó en agosto de 1791 una primera versión apoyada sobre maderas de haya en tijera con una longitud de 2112 metros. El 26 de ese mismo mes comenzaron las pruebas. Tenía un carácter muy precario y en algunos puntos las maderas que “saltaban” de su cauce, llegando a golpear en cierta ocasión a dos operarios, pero aun así se deslizaron por él 1200 carros de leña.
Como la prueba resultó un éxito, el ingeniero austriaco se planteó la construcción de otro definitivo, evitando los fallos del provisional. Estaba asentado sobre unos sólidos muros que se dispondrían de tal manera que evitasen el salto de las leñas y salvar las características topográficas y climáticas del paraje. El nuevo ingenio mediría unos 1.696 metros de largo y una anchura que variaba entre los 3 y 4,5 metros, manteniendo una pendiente casi constante de 20º, medida de modo que los troncos no adquiriesen demasiada velocidad y desbordaran la estructura. Para “ayudar a resbalar” las leñas se hacían con la cabeza más gruesa para que no se trabasen en el descenso, y se humedecía o regaba con el agua el resbaladero. Todas estas estructuras e ideas conseguían que los troncos salvaran un desnivel de 400 metros en un tiempo de 2 minutos.
En la actualidad se encuentran pequeños restos de lo que fue, se puede intuir el recorrido que seguía y algunas de sus estructuras, como las tajeas para salvar las vaguadas y un fragmento muy bien conservado en el final del Resbaladero, que indica una inclinación diferente que servía para aminorar la velocidad del descenso.
Los bosques cercanos al portillo de Lunada eran los que jugaban un papel importante para abastecer la fábrica de Cañones de la Cavada. Aunque el pensamiento de Mucha era de utilizar cualquier tipo de maderas para las fundiciones, la mayoría de los textos apuntan a una corta exclusiva de hayas con un método de tala que no dejaba ni crías ni atalayas, dejando en palabras de Jovellanos «grandes montes de haya, apurados; dejadas algunas, pero pocas, distantes y no bien repartidas para la repoblación». Un proceso de tala que se llevaba a cabo de junio a finales de noviembre. Un trabajo de tala y preparación de los troncos para su transporte realizado por los habitantes de las zonas colindantes, “por propia voluntad o por obligación”.
Los tocones se llevaban en carros tirados por dos bueyes, por su gran peso, aunque con la escasez de este animal, en ocasiones se usaban vacas.
Antes de soltarles por el Resbaladero, los troncos y se retocaban para que adquirieran las características adecuadas para que deslizasen, debían de medir unos 2,1 metros de longitud, y 0,30 metros de anchura, y poseer un extremo más grueso que el otro para que no se trabara tanto en su descenso por este como por el río más adelante. En su viaje, de tan solo 2 minutos, eran ayudados por un flujo de agua que disminuía la fricción, esta agua se obtenía de un arca y se soltaba a medida que se introducían los troncos en el tobogán. Al final llegaban a la finca de la Pila, donde eran recogidos, registrados y agrupados en pilas para su posterior transporte a un estanque situado en la parte inferior del muro en el que situaban varias presas para su descenso por el río. El descenso por el resbaladero era vigilado mediante atalayas situadas a lo largo de este, debido al peligro que tenían por la gran velocidad que alcanzaban.

Problemas
A pesar de ser una de las grandes obras de la época, esta denominada “Empresa del Miera” no tuvo el éxito esperado. En el primer año de funcionamiento debían escurrir 100.000 carros de leña pero no se consiguieron ni tan solo 50.000, y en los años sucesivos solo reducían el número esperado de troncos que debían bajar. Estos desajustes se debían en parte a los frecuentes inconvenientes que encontraba su ingeniero, como el caprichoso río Miera, que requerían obras aparte (represas, encauzamientos…), o las frecuentes reparaciones que el Resbaladero precisaba.
Por si fuera poco el carácter del ingeniero austriaco creaba recelos entre la población que trabajaba por voluntad u obligación en las obras con bajos sueldos, exigencias en el trasporte y corta, y restricciones de usos madereros por parte de las Reales Cédulas de concesión de montes.
A finales del siglo XVII se comienza a dejar de usar, en el año 1.800 se vio afectado por un gran temporal de nieve que causo grandes desperfectos, que aunque se arreglaron, el Resbaladero de Lunada no volvió a utilizarse.
Esta obra, que costó alrededor de 3 millones de reales, marcó de manera singular el paisaje que hoy se puede vislumbrar en el alto valle del Miera, el cual se ve escaso de arbolado, debido a las grandes talas que se hacían y al modo de pastoreo de los pasiegos.