Medina de Pomar y Torme, unidos en una familia: Pereda Gutiérrez

Amalia Gutierrez Linares vive en Villarcayo desde la primera década del siglo hasta su muerte en 1941. A partir de 1920, reside en Madrid los inviernos y en las Merindades los veranos. Ha nacido en Torme en 1867, en la casa de “la plazuela” con una gran galería, un patio y huerta. En el cementerio a la entrada del pueblo hay un panteón algo descuidado que da razón de los antepasados de Amalia y de su hermano Emilio, abogado, que pone una tienda y vive en el pueblo, instala el primer teléfono e inventa el “seranil” (jabón y caolín de la mina de Torme).

Se casa con José Pereda Guinea, un joven abogado de ilustre estirpe de Medina de Pomar. Viven en una gran casa con escudo en el número 50 de la calle Mayor, frente al bodegón de Luis y al lado de la tienda de alpargatas de La Malagueña. Se reúnen dos familias notables de las Merindades afincadas en los dos pueblos con más habitantes de la comarca en ese momento: Medina de Pomar y Torme.  Las bodas entonces se arreglaban entre las familias –repetía  Águeda una de sus hijas- buscando una equidad en alcurnias y medios económicos. Esta era la boda perfecta abogados en las dos familias y una cantidad parecida de rentas que proceden del entorno en el que viven. Las dos familias están casi a la misma distancia de Villarcayo que será su lugar de residencia más frecuente en todo el siglo XX. José Pereda Guinea acaba sus estudios en Valladolid incluidas las oposiciones a magistrados y notarías en la última década del siglo XIX, después ocupa sus primeros destinos en Medinaceli y Sigüenza.  

Más duradera y productiva será la estancia en Marquina, Vizcaya. Allí nacen Águeda y Emilio –y también Regina, aunque fallece al poco tiempo de nacer-, sus primeras palabras serán en el Euskera de su entorno y de sus cuidadoras. Viven en una calle del centro, Cierzo Kalea numero 3, -cerca del mercado, del frontón, de la iglesia y de la fábrica de armas– repetía Águeda, aunque esa situación urbanística pueda parecer una quimérica salida de la cabeza de aquella niña imaginativa, la única hija de Doña Amalia que nunca se propuso ser monja.

Al volver a las Merindades van a vivir en Villarcayo, pues aquí tiene Don José su plaza  y aquí nacerá Amalia la más pequeña en 1906. Se instalan encima de la confitería de las Remigias que son también una familia amiga. Más tarde se trasladan a la acera de enfrente, en la misma Plaza Mayor, al lado de las casas de los Bienes y los Jarabo, en el segundo piso del edificio de Don Sixto Melo que además da clases de piano a las hijas. Aunque Jose Pereda ya trabaja y vive en Villarcayo su primera hija Catalina va a nacer en la casa de los abuelos de Medina de Pomar en 1899. En el caserón de la calle Mayor viven también su hermana Rosario y su marido Jose Garrastachu Udaeta un carpintero de origen vasco que en 1931 será nombrado alcalde de Medina de Pomar de manera provisional hasta que llegan las elecciones. En la casa residen hasta su muerte los abuelos,  Jose Pereda Ruiz y Regina Guinea y Baranda, en 1912 y 1904 respectivamente.

Un tormentoso día de septiembre de 1909, Don José vuelve de cazar en el Páramo de Masa completamente mojado, ha cogido una pulmonía, “mi princesa te vas a quedar sola” le dice a Amalia la más pequeña de sus hijas, que no comprende lo que está pasando. Los demás rezan y los médicos hacen todo lo que pueden, incluido un tratamiento con sanguijuelas de los pozos de Gayangos. Cuando muere Jose Pereda, el 8 de Noviembre de 1909, Doña Amalia tiene 42 años y debe hacerse cargo de cuatro hijos y de la administración de los bienes de toda la familia, las casas y las tierras de Torme y Medina de Pomar. En Villarcayo las tres niñas asisten al colegio de las Hijas de la Cruz y estudian música, francés y pintura. No es necesario añadir que reciben también una sólida formación religiosa. El hijo, Emilio, pasa los inviernos en el internado de los jesuitas de Orduña, uno de los más prestigiosos del País Vasco y muy próximo a las Merindades. En él se forman muchos jóvenes de la zona. Allí coincide con Pedro Muguruza, compañero luego en la escuela de Arquitectura de Madrid.En 1920 Doña Amalia, las tres hijas y Emilio, se van a vivir a Madrid, el motivo son los estudios del hijo que se matricula en la Escuela de Arquitectura. Viven en la calle del Pez 23 primero y después, en 1929, se instalan hasta 1937 en la calle de los Reyes 19 detrás de lo que luego fue el Edificio España y cerca de su parroquia, San Marcos, una pequeña pero magistral obra de Ventura Rodríguez con un atrio que se asoma e ilumina el espacio público de la pequeña calle de San Leonardo. Aquí estarán hasta que las bombas del frente de la Casa de Campo y el acoso de algunos grupos de milicianos descontrolados las obliguen a marcharse al empezar la Guerra Civil. 

Amalia Gutiérrez Linares.

Doña Amalia organiza la vida de esta familia. En el Madrid de los años veinte, las hijas tienen sus ocupaciones de jóvenes disfrutando de los atractivos de la capital en la que tienen familiares y amigos. Catalina la mayor colabora en parroquias, conventos, y todo tipo de organizaciones religiosas,  Águeda se apunta a todo tipo de actividades culturales y laicas: hace cursos sobre Bibliotecas en la Institución Libre de Enseñanza y colabora con la organización de Gil Robles, la CEDA en la elecciones de 1933. Amalia la pequeña delicada de salud lleva una vida más tranquila y acompaña a la madre en visitas y devociones. Emilio, cuando acaba la carrera, trabaja de Arquitecto municipal en Vallecas que es un municipio independiente en ese momento con un alcalde republicano ejemplar e ilustre pedagogo: Amos Acero. Doña Amalia tras la muerte de su cuñada Rosario Pereda Guinea, se tiene que ocupar también de todos los asuntos de Medina Pomar.

El 18 de Julio de 1936 está tranquila vida de burgueses y rentistas –profundamente religiosos- se complica en el Madrid revolucionario que desemboca en la sublevación de Franco. En los primeros días de la guerra Emilio es detenido e internado en la cárcel de la Moncloa. Las noticias de ese lugar no son buenas para el futuro de los allí confinados. En los primeros días de miedos e incertidumbres, Águeda acompañada del representante del Euzko Buru Batzar en el gobierno de la República se dedica a recorrer las cárceles de la capital buscando a su hermano. Ambos, Emilio y Águeda han nacido en Marquina y así consta en su documentación. En Septiembre de 1936 Emilio es liberado bajo la protección del Gobierno Vasco y se refugia en la Embajada Francesa. Toda la familia se reúne en el abarrotado edificio de la calle Marqués de la Ensenada y viven allí unos meses mientras se aclara la situación militar en el frente de levante y el gobierno francés prepara la salida de una caravana de autobuses para llegar a Valencia y luego en barco a Marsella. En Francia se instalan en los lugares de asignación de residencia o de internamiento. Emilio llega a Chomerac, un campo para los refugiados en edad de combatir donde es retenido hasta mediados de 1938. Antes, a finales de 1937, cuando la República ya no controla el País Vasco, Doña Amalia, sus dos hijas y Rosario entran por Irún y llegan a su casa de Villarcayo. Desde 1924 Rosario Gómez Lechoza forma parte de la familia. Les ayuda en las tareas domésticas y siempre les acompañara como una hija más durante la Guerra Civil, el exilio francés y hasta muchos años después de la muerte de Doña Amalia. Rosario se casa en 1976 con Estanislao Torvisco, de origen extremeño, viudo con una hija, Luisa. Vivirán todos en Villarcayo.    

En 1939, Amalia Gutierrez, asiste a la boda de su hija Águeda con Felipe el mayor de Doña Emilia, “La Rubia”, y muere dos años después en Abril de 1941 sin llegar a conocer a ninguno de sus cuatro nietos que nacen en los años cuarenta. Emilio se casa en Madrid con Mery Mora Agües una señorita de una notable familia Valenciana que veranea en San Sebastián, con la que tendrá dos hijos. Sigue con su trabajo de arquitecto y proyecta el nuevo ayuntamiento de Vallecas.

Doña Amalia ha llevado siempre con gestos severos -y nunca abandonando el fervor religioso- el orden de esta casa. Después de su muerte siguen viviendo todos juntos. Don Felipe es la nueva aportación a la familia, muy importante en todos los órdenes y Águeda, es ahora, la que organiza los movimientos familiares residiendo en San Sebastián una parte del tiempo pues allí la han llevado los negocios de Don Felipe. Rosario vive en Villarcayo, ya viuda con su hija y tres nietos. Catalina y Amalia siguen viviendo en la casa de la calle Zurbarán en Madrid y las casas del Soto de Villarcayo. Todos van falleciendo al finalizar el siglo XX. La descendencia final de Doña Amalia la componen los cuatro nietos, hijos de Águeda y Emilio, ocho bisnietos y seis tataranietos que frecuentan ahora las Merindades viniendo de Madrid, Bilbao, A Coruña, Donosti, Toulouse, etc. 

Doña Emilia, “La  Rubia” y Doña Amalia, han vivido la convulsa primera mitad del siglo, eran profundamente religiosas, como ahora es difícil de imaginar. Coincidían siempre en los primeros bancos de la Iglesia Vieja de Villarcayo, sobre la tercera fila una en el lado derecho y otra en el izquierdo, siempre hablaban a la salida de la misa. Nunca sabremos exactamente de qué. Del futuro. De todos nosotros probablemente.

Felipe Peña Pereda.

Familia Pereda en 1920.